¿Vos sabés lo que es una octava?

Hace once años me ofrecieron dos opciones: una fiesta con todos mis amigos y familiares o un bajo. Ese fue el principio de una aventura increíble.

Mi hermana es bajista. Tiene una banda hace 15 años, Da-Skate. Escuchar los discos era pensar en ella haciendo sonar las cuatro cuerdas de un Fender precioso que tenía. Yo la miraba a ella y para mí todo era posible, porque me crié mirando videos de los Ramones, de Bad Religion y NOFX. En los videos las mujeres eran actrices, pero mi hermana era música. Era la responsable de generar un sonido que era parte fundamental de una canción. De cien canciones. De seis discos.

No hay nada más importante para una niña que ver a una mujer haciendo grandes cosas y eso era Euge para mi: la afirmacion de que una mujer puede hacer música, de que una mujer puede hacer rock.

Me compraron el bajo a mis quince años, pero yo llevaba dos o tres años aprendiendo lo básico de la música. En ese momento en mi grupo de amigas se puso muy de moda escuchar a Brody Dalle, la voz y guitarra de The Distillers. Todavía me pone la piel de gallina la intro de “City of Angels” y la presencia imponente de esa voz rasposa que arañaba cada centímetro del cuerpo.

Tuve una banda que no duró más de un año, pero fue un gran año. Como se fueron dos de los músicos, con el resto armamos la segunda. Esas dos fueron de punk rock, porque era con lo que nos habíamos criado.

Con las chicas siempre íbamos a los recitales en la plaza. Tres o cuatro bandas under cortaban la semana y nos invitaban a reunirnos con “los de nuestro tipo”, porque en la adolescencia uno busca la identificación.

Una de las chicas estaba muy enamorada de un guitarrista que era la promesa local. Hoy no se qué es de la vida de ese chico, pero parece que la promesa se rompió en algún momento, porque no lo veo sacando discos.

La cuestión es que mi amiga estaba muy emocionada por presentarnos, porque conmigo ahí, ella tenía una conexión más con el chico: los músicos en su vida. Yo, como buena Wing-Woman, estaba muy feliz de participar. Cuando mi amiga le dijo “Ella es Mechi, toca el bajo”, yo extendí la mano creyendo que hablaba con un par. Ilusa, porque las palabras que salieron de la boca de mi “par” me enseñaron una lección muy importante.

“Ah, pero ¿vos sabés lo que es una octava?”

Tuve un momento larguísimo de confusión. No entendí por qué un músico le preguntaría a otro músico si conoce un elemento básico en la teoría musical. Es como que se encuentren dos médicos y uno le pregunte al otro si sabe lo que es un fémur… o peor, si sabe lo que es un ojo.

“Es que no estoy acostumbrado a ver mujeres en este ámbito”, se excusó el tipo. La primera lección de mi vida fue una piña en el estómago: el mundo siempre nos va a querer expulsar.

Me acuerdo que la ofensa hizo que me riera para no poner triste a mi amiga y que evitara por el resto de mi vida cruzar una palabra con ese muchacho. A ella nunca le expliqué. Eximia dibujante, pero no hacía música. Le dije que me había hecho un chiste, uno interno entre músicos con el que siempre nos jodemos. No me dio el corazón.

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Después de integrar dos bandas llenas de varones, no me imaginé que la realidad afuera de mi burbujita era tan espantosa. Pero entonces me puse a pensar en las constantes agresiones del guitarrista de la primera banda, porque cuando uno se quema con leche puede ver la vaca y llorar, o aprender los efectos de líquidos hirviendo sobre la piel. Y eso hice yo: me puse a analizar los comportamientos a los que había sido sometida antes.

Este primer guitarrista sostenía que yo no tenía lugar en ese ambiente, que estaba ahí para ser algo “llamativo”, algo “exótico”. Y esa secuencia se repitió por lo menos doce veces a lo largo de los años, con las siguientes bandas.

Desde afuera y sobre todo los varones, creen que a una chica le encanta ser la única en un lugar, creen que nos sentimos “especiales” porque siendo la única, tenés toda la atención. Sos un agregado cosmético.

Las chicas nos encontramos con muchas puertas en nuestras vidas. Algunas puertas nos tocan en la adolescencia, cuando estamos más vulnerables a los comentarios ajenos. Podemos seguir golpeándolas o rendirnos, porque total después de esa primera puerta van a haber 52 más y es algo que aprendés desde chiquita. Pero por algunas cosas vale la pena seguir peleando.

El tema es que además de los varones empujando para que salgas, también estaba este otro problema de la chica a la que le había costado muchísimo sacrificio entrar y la habían acostumbrado tanto al machismo, que terminaba optando por unirse a la masa idiota. No las juzgo, a todas nos costó un viaje distinto entender que eso estaba mal.

Así fue como en mi anteúltimo año en la secundaria tocamos en el patio de la escuela y me tuve que subir a un escenario tragando la angustia de que una chica, que era bajista ahora y a los 9 años la habían mandado a piano, me estuviera queriendo hacer pagar derecho de piso. “Ella no es bajista”, me decía, “es una poser”. Cuano éramos chicos, la palabra “poser” era el peor insulto de la vida. Eras el que quería gozar de privilegios que no se merecía.

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La piba sentía que, por antigüedad, le correspondía ser la única. Porque nos vivían metiendo en la cabeza que ser la única era ser especial. Yo no quería pelear, así que no dije nada, pero la angustia fue terrible. Nos devoraban los de afuera, porque todavía no nos había llegado este movimiento hermoso al que la gente le gusta tanto escupir. Ese movimiento acabó con la angustia, con el derecho de piso, con odiarnos y competir entre nosotras. Lo celebro cada día de mi vida.

Y después estaba el otro tema del machismo. La mujer sobre el escenario busca macho. Ninguna mujer toca un instrumento si no es para seducir.

Hace cinco años me invitaron a participar en una banda. Iba a cubrir la ausencia de su bajista porque se les venía la fecha encima y se habían quedado en bolas. Unos días antes del recital, sucede esto:

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Elegí no enojarme porque ya estaba acostumbrada. No es normal estar acostumbrado a ser expulsado de los lugares en los que uno es feliz.

Como bien dice en ese chat, no era la primera vez que “la novia de” me expulsaba de una propuesta musical. Pero tampoco es la culpa de “la novia de”, es la culpa de toda una industria que pincha y empuja para que nunca haya más de tres minas en circulación en un mar de huevos y te venden a la mujer música como un elemento atractivo, como un coso sensual, algo que está ahí para capturar el ojo masculino. Nunca hacemos música porque nos gusta crear, porque nos pasa por las venas, porque componer es sacarle pesos de encima al alma…

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Me costó años dejar de señalar a esas chicas y empezar a señalar al verdadero culpable: una cultura que seguíamos profesando como correcta y era una basura con nosotras. Siempre fue cruel.

Después de que me patearan tantas veces (al resto de las anécdotas me las apilo porque se entendió el punto), aprendí que una mujer abriéndose el paso en un ámbito donde domina lo masculino, era una persona que está sufriendo un dolor que podríamos evitar si nos pusiéramos de acuerdo en dejar de ser tan imbéciles.

Hace unas horas sucedió algo muy paradójico que no quiero dejar de señalar porque duele y hace reír al mismo tiempo.

La vista corta del productor de un evento masivo aseveró que “no hay suficientes mujeres talentosas en el rock para cubrir el cupo”.

Cuando decís “que se lo ganen por talento, no por cupo”, estás ignorando que a nosotras se nos mide el talento bajo otros filtros. Tenemos que hacer el doble para recibir la mitad. Es una realidad. Te la aseguro porque la vivo yo, porque la vive mi hermana, mi amiga, las chicas que leyeron este texto y se sintieron idenficadas, la periodista deportiva, la desarrolladora de software, la científica, la futbolista y otro sinfín de mujeres alrededor del mundo que están gritando lo mismo constantemente.

Con tantas mujeres rockeras que tiene nuestro país, que aún no han sido “descubiertas” porque a la industria no le interesan, decir esto en otras palabras es: “Las mujeres no pueden ser tan talentosas como los varones”.

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Si no damos espacio a las mujeres, van a faltar las Eugenias Valle, las Marilinas Bertoldis y las Brodys Dalle que formaron e inspiraron a las niñas que pidieron una guitarra para su cumpleaños, que sueñan desde chicas con subirse a un escenario, con grabar un disco, con crecer en la música e inspirar a otras niñas.

La representación no es importante, es fundamental. Sin mi hermana haciéndole frente a un pogo de 300 personas en un bar de Capital, yo jamás me hubiera animado a agarrar un instrumento.

Hoy hago terapia componiendo con la guitarra. Toco seis instrumentos y no me tiemblan las piernas al subir a un escenario, porque se que -como mujer- esto es un acto de rebeldía. Rebelarse contra el que te dice que no sos talentosa, con el que dice que no pertenecés, que esto es cosa de muchachos. Me rebelo porque cada vez que agarro una guitarra me siento segura, me siento protegida, puedo canalizar mis emociones y, al mismo tiempo, crear. No voy a permitir que me vengan a decir que lo que me hace feliz no me corresponde. Y rebelarse, amigos, es la actitud más rockera que puede existir.

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No me va a descubrir una discográfica, no voy a pegar un hitazo que suene en todas las radios y, como me enteré hoy, tampoco voy a pisar el escenario del Cosquín Rock. Pero no me quita el sueño porque puedo usar otro arma, el de la escritura, para dispararle en el pecho a la discriminación y darle valor a mis hermanas, a mis amigas, a mis compañeras de vivencias.

Me acuerdo de los nombres y de las expresiones que usaron cada una de las personas que me discriminaron por querer tocar rock. Tuve ocho bandas y en las ocho fui feliz, contando lo difícil que fue. Me acuerdo de todas las forreadas y lo que sentí, por eso es que no puedo permitir que se siga perpetuando esta idea dañina de que la mujer no puede estar “a la altura de”.

Vos seguí tocando, hermana. Seguí grabando temas, discos, videos. Mostralos mucho, hacé ruido, hacete ver. En algún lugar hay una nena que te necesita, que necesita verte triunfar, imponerte ante estos atorrantes que se creen los dueños de la pelota. Poné ovarios, te lo pido sabiendo que te estoy pidiendo un sacrificio enorme, porque algún día gracias a que vos pusiste ovarios, una nena la va a tener más fácil.

Nuestra prioridad, como dice Da-Skate, es construir las bases para los que vienen atrás.

23 comments

    • Genia!!!!!! Te re contra banco. Soy docente de batería y tengo muchas alumnas q vienen pateando culos. Q no decaiga amiga. #sevaacaer

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      • Ay re lloré kajakja. Es posta. Sobrevivir y combatir para liberar con el arte
        Cuando quieras hacemos una banda!

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  1. Añado que parte de establecernos como competencia sin preguntarnos qué sentimos al estar rodeadas de tipos en un escenario, es justamente para mandar un mensaje inconsciente de que sólo hay cupo para una, un mensaje que hace que todas esas nenas sientan que no son dignas de ese lugar; hace que te admiren, pero no se animen.

    No hay nada más lindo que la música entre hermanas, vieja.

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  2. Te re banco!!
    Es un problema cultural y hay mucha gente con mentalidad acotada…
    No se, a mi después de mucho tiempo que ninguna banda nacional me llamaba la atención, una vez descubrí de casualidad por youtube a Eruca y me voló la cabeza!!! La música no tiene género. Se siente, se respira y se vive. Saludos.

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  3. Gracias por este texto, y por seguir peleandola día a día. Mujeres como vos son las que inspiran y dejan semillas que florecerán transformándose en nuevas artistas. ❤ Todos los éxitos, de corazón. Abrazote y fuerza!

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  4. Genia! Tengo una hija muy chiquita. Sueño con que ella, si se lo propone, que haga música. Y está buena la movida, para que cuando forme alguna banda lo pueda disfrutar y no sufra.

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